viernes, 30 de mayo de 2008

Deseo a media asta

Veo de nuevo la marea subir en tus ojos. Ese amor al ralentí, en cuarto creciente. Ese deseo a media asta, esa lujuria al baño maría. Y no ceso de preguntarme el porqué. ¿Por qué? ¿Por qué no puede ser todo más sencillo? ¿Por qué no puedes decirme lo que sientes, sea lo que sea? Deberías saber de sobra que yo no sé cómo hacerlo, que dependo de que tú tomes el primer paso. ¿Por qué no hablas de forma clara? ¿Por qué no dejas los "tal vez" y los "quizá"? ¿Por qué juegas con mis esperanzas?

Sarg

Veo en tus ojos un miedo irracional a acercarte. Un amor que te desborda y al que tienes atrapado en la jaula de tu inseguridad y de tus miedos. ¿Por qué? ¿Qué te hace pensar que no puedes ser sincero, que no sabré encajar lo que me digas? Buscas una excusa y te repites que no sabes como hacerlo, y te niegas a ver mis señales, mis gestos, mis respuestas, mi sí anticipado a tus preguntas. ¿Por qué no hablar ya de forma clara? Me acerco un poco más y te rozo con mis dedos. Y comienzan las palabras.

Vir

lunes, 26 de mayo de 2008

Terremoto

El terremoto lo barrió todo a su paso, las casas de adobe y los rascacielos, los colegios y las oficinas. Nayra temblaba bajo los escombros. Sentía todas las partes de su cuerpo, pero temía moverse, aunque fuera un milímetro, y descolocar alguno de los hierros que hacía de viga y sostenía trozos de su tienda a modo de techo, sobre la cabeza. El estruendo del polvo al caer todavía le sonaba en los oídos: era posible que, en algún lugar de la ciudad, todavía se estuviera estremeciendo la tierra. Y era extraño porque a aquel ruido descomunal le había seguido un silencio de miedo y de muerte que todavía nada ni nadie se había atrevido a romper. No había sirenas de ambulancias, ni de policías, ni de nada. Por un momento, Nayra pensó que quizás era aquello lo que ocurría: que fuera de su cárcel de escombros, más allá de lo que abarcaban sus ojos miopes ahora que había perdido las gafas, no había absolutamente nada. Aún distinguía un agujero que habría correspondido tal vez a la puerta, así que decidió intentarlo: movió primero las manos, los brazos, la cabeza, muy despacio. El pie derecho. El pie izquierdo. Nayra no sabe cuál fue el movimiento que hizo caer la improvisada viga, dejándolo todo absolutamente oscuro. En aquel preciso momento, el cielo había comenzado a llorar…



Vir

Denali maldijo a la lluvia que amenezaba con convertir en barro el polvo y arena despositados sobre el visor de su casco. Con un gesto enérgico de la mano indicó al pesado camión de la brigada de bomberos que podía avanzar por la calle sin demasiado riesgo. Aunque esta zona de la ciudad no había sido demasiado afectada por el temblor de tierra, Denali sabía que el terremoto podía producir ecos en cualquier momento que causasen nuevos temblores de tierra. Sin embargo, a pesar del riesgo, él y su equipo no habían dudado en salir a las calles lo antes posible para colaborar en los esfuerzos de rescate de los supervivientes, sepultados bajo los escombros. Mirando a izquierda y derecha mientras el camión se desplazaba con lentitud sobre la calle sin pavimentar, repleta de charcos de agua embarrada, Denali se sorprendió de la magnitud de la destrucción. Miles de casas debían haberse desplomado como castillos de naipes. La ciudad se encontraba en ruinas. De improviso, una estructura metálica se derrumba a la izquierda, sobre los escombros de lo que parecía ser una vieja tienda. En el silencio tras el derrumbamiento, Denali cree apreciar el gemido sollozante de una mujer. Con un par de órdenes eficientes, la brigada de bomberos se dirige hacia la tienda para comenzar las operaciones de rescate.



Sarg

viernes, 23 de mayo de 2008

Realidad / Sueños

No hay magia. No hay destino, ni suerte. No hay hadas, ni elfos, ni unicornios, ni fantasía. No hay otros mundos, ni viajeros en el tiempo. Murió el amor verdadero, y los sentimientos puros. No hay futuro, ni nostalgia del pasado. No hay ilusiones, ni queda ya esperanza. Los buenos tiempos no volverán, ya que nunca estuvieron allí. No existe la Tierra Prometida, ni la vida después de la muerte. No hay Dios, ni Diablo, ni cielo, ni infierno, ni tan siquiera purgatorio. No hay percepción extrasensorial, ni sueños que signifiquen algo. No hay más alienígenas que nosotros mismos. No hay conspiraciones, no hay secretos, no hay confesiones ni confidencias. No hay cosas nuevas por descubrir, no hay sorpresas agradables.

Lo único que hay es la cruda realidad.

Sarg

Pero, ¿de qué está hecha la cruda realidad? A veces lo más real y lo más crudo del día es encontrarte con la magia de que de nuevo has oído el despertador, puntual, a las siete menos veinte. O tener la suerte de que el metro te está esperando en el andén. O acordarte de aquella hada de la que habla ese niño, la misma con la que tú aprendiste a leer. El futuro y el pasado se convierten en hoy y cada paso abre camino hacia la Tierra Prometida. De repente tienes otra vez esa corazonada y te decides a cumplir aquel viejo sueño que para ti lo significa todo. Y te sientes como un extraterrestre con un mundo por descubrir.

Hay días en que la realidad se convierte en sueños.

Vir

lunes, 19 de mayo de 2008

Islas Desiertas

Bajo el sol recién nacido, las olas vuelven a volcar en esta lúgubre madrugada restos de madera podrida y algas muertas sobre la playa. Resuenan a lo lejos, sobre las voces de las gaviotas, las bocinas de los barcos en el puerto. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, un inmenso carguero se desplaza sobre el agua con lentitud. Suspiro sentado en la orilla, en soledad, mojándome los pies con la arena empapada. Imagino que la playa solitaria se curva a mi alrededor y se cierra sobre sí misma, encerrando a la tierra.

Me imagino aquí sentado, en mi isla desierta, alejado del puerto, de las gaviotas, y del resto de seres humanos. No me es difícil imaginarlo, sentirme así, para ello sólo tengo que recordar tu voz. "¿Qué te llevarías a una isla desierta?" Curiosa pregunta, ¿quién no la ha oído formular alguna vez? Me llevaría lo único que no puedo llevarme, que jamás podré llevarme: a tí. Qué triste es que haya necesitado caminar toda esta arena para darme cuenta de que, sin tí, cualquier isla es desierta.






Sarg

Se suponía que la isla estaba desierta, así que cuando te vi en la orilla, garabateando en la arena, pensé que eras un espejismo. Los espejismos son, seguramente, idénticos a ti. Tan transparentes, tan perfectos, tan irreales y cercanos a la vez. Tuve que tocarte uno de tus hombros del color del azúcar moreno y que tus ojos chocasen con mis manos para darme cuenta de que en verdad estabas ahí.
-Por fin llegas. La isla estaba desierta sin ti.
-¿Qué? ¿Me esperabas?
-¡Pues claro!
-¿Por qué?
-Pero… ¡tú te has visto! ¿Cómo no iba a esperar a alguien como tú?
Estabas tan seguro de lo que decías que no me pude negar. Hasta me pareció lógico, me sorprendí de mi propia sorpresa inicial. Me sentí pequeña y me noté sonrojar. Me senté a tu lado. Y empezó todo.
Mirábamos al mar durante horas. Un día te pregunté de nuevo por qué me habías esperado, y me dijiste que es imposible que una isla esté desierta para siempre. Que sabías que llegaría. Que en tu isla siempre habías tenido un hueco para mí. Luego nos reímos. Siempre nos reíamos. Y entre risas me miraste fijamente:
-La pregunta no es por qué te esperaba, la pregunta es por qué viniste hasta aquí.
Me quedé seria al comprender que, en algún sitio, siempre hay una isla no tan desierta para cada uno de nosotros. Y para eso no hay porqués.
Así que decidí que lo único importante era coger tu mano y seguir mirando al mar.


Vir