Bajo el sol recién nacido, las olas vuelven a volcar en esta lúgubre madrugada restos de madera podrida y algas muertas sobre la playa. Resuenan a lo lejos, sobre las voces de las gaviotas, las bocinas de los barcos en el puerto. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, un inmenso carguero se desplaza sobre el agua con lentitud. Suspiro sentado en la orilla, en soledad, mojándome los pies con la arena empapada. Imagino que la playa solitaria se curva a mi alrededor y se cierra sobre sí misma, encerrando a la tierra.
Me imagino aquí sentado, en mi isla desierta, alejado del puerto, de las gaviotas, y del resto de seres humanos. No me es difícil imaginarlo, sentirme así, para ello sólo tengo que recordar tu voz. "¿Qué te llevarías a una isla desierta?" Curiosa pregunta, ¿quién no la ha oído formular alguna vez? Me llevaría lo único que no puedo llevarme, que jamás podré llevarme: a tí. Qué triste es que haya necesitado caminar toda esta arena para darme cuenta de que, sin tí, cualquier isla es desierta.
Sarg
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Se suponía que la isla estaba desierta, así que cuando te vi en la orilla, garabateando en la arena, pensé que eras un espejismo. Los espejismos son, seguramente, idénticos a ti. Tan transparentes, tan perfectos, tan irreales y cercanos a la vez. Tuve que tocarte uno de tus hombros del color del azúcar moreno y que tus ojos chocasen con mis manos para darme cuenta de que en verdad estabas ahí.
-Por fin llegas. La isla estaba desierta sin ti.
-¿Qué? ¿Me esperabas?
-¡Pues claro!
-¿Por qué?
-Pero… ¡tú te has visto! ¿Cómo no iba a esperar a alguien como tú?
Estabas tan seguro de lo que decías que no me pude negar. Hasta me pareció lógico, me sorprendí de mi propia sorpresa inicial. Me sentí pequeña y me noté sonrojar. Me senté a tu lado. Y empezó todo.
Mirábamos al mar durante horas. Un día te pregunté de nuevo por qué me habías esperado, y me dijiste que es imposible que una isla esté desierta para siempre. Que sabías que llegaría. Que en tu isla siempre habías tenido un hueco para mí. Luego nos reímos. Siempre nos reíamos. Y entre risas me miraste fijamente:
-La pregunta no es por qué te esperaba, la pregunta es por qué viniste hasta aquí.
Me quedé seria al comprender que, en algún sitio, siempre hay una isla no tan desierta para cada uno de nosotros. Y para eso no hay porqués.
Así que decidí que lo único importante era coger tu mano y seguir mirando al mar.
Vir
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