miércoles, 12 de noviembre de 2008
La Mujer de Humo /
martes, 4 de noviembre de 2008
Labios / Ojos
Miraba atrapada sus labios, cerrados como dos medias lunas abrazándose en un misterioso vals. La fuerza de su expresión reflejaba de manera inequívoca su fuerza interior, como si un foco iluminase su alma desde dentro, deslumbrándome. Quería dejarme llevar, como atrapada por un remolino en el océano, arrastrada a las insondables profundidades tras su sonrisa. No pensaba con claridad. Sus labios habían raptado a mi raciocinio. Todo se desarrolló como en un sueño fugaz, de esos en los que no estás segura de si estás despierta o sigues durmiendo. Sus brazos me rodearon, agarrando con suavidad mi cintura, acercándome hacia él. Confundida, sólo podía ver sus labios, como hipnotizada. Y en ese momento crítico dudé: dudé de si estaba haciendo lo correcto. Y todos sabemos que un beso con dudas no es tan delicioso como uno sincero. |
Miraba atrapando mis ojos, igual que dos gotas de mercurio tienden irremediablemente a juntarse en un todo. Y la fuerza de aquellos ojos, me daba la impresión, podrían haber derrumbado con un pestañeo todos los pilares de mi vida si me hubiera resistido. Así que me dejé llevar, como en una espiral de hipnosis, hasta el fondo negro que guardaba más allá de sus pupilas. Me sentí flotar. El peso de su mirada hacía descaradamente liviano todo lo demás. Tuve suerte, creo yo, de tener el colchón de sus brazos. De lo contrario, hubiera chocado de bruces contra un universo de angustias. Ahora lo veo claro: sus ojos me hubieran lanzado cadenas si hubiese querido escapar. Por eso, hice lo único que merecía la pena: perderme en sus ojos, como si el mundo terminase allí. Y en verdad los suyos eran unos ojos para un final feliz del mundo. |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)