viernes, 21 de diciembre de 2007
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Pereza / Urgencia
Fuera hace frío, así que lo esconde todo de nuevo bajo ocho kilos de mantas, excepto la nariz. Lleva un rato despierto, pero el tedio del nuevo día se ha fijado a él como un peso muerto, como clavándole al colchón, como un imán que tirase de su cuerpo oxidado desde el suelo. Tanto por hacer, que las obligaciones se superponen, como más y más mantas, como si el mismo deber le obligara a sumirse en la pereza otra mañana. Pereza. La palabra se extiende en su mente, más densa y más agria que un pecado capital. Tal vez es la pereza la que ha viciado el aire de la habitación haciéndolo irrespirable. Tal vez es la pereza la que ha teñido las paredes de un color grisáceo en pugna constante con el sol que estalla contra las persianas bajadas y que lucha a muerte por entrar. Se gira sobre sí mismo como un bulto inerte y le hace otro hueco al colchón. Y con el último suspiro, esconde bajo los kilos de mantas cada vez más pesados también la nariz. Porque más pereza que una mañana de domingo, da una mañana de domingo en la que hay que trabajar.
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Fuera hace frío, pero está deseando deshacerse de las espesas mantas que le cubren. Lleva horas sin poder conciliar el sueño, miles de planes sin cumplir bullendo como una olla a presión dentro de su cabeza. Tanto por hacer que las horas que forman la mañana, aún lejana, parecen ser insuficientes. Urgencia, es urgencia lo único que resuena en su cabeza. No puede dejar las cosas para más tarde. Si el reloj no acabase de dar cinco campanadas, se levantaría ahora mismo y empezaría su jornada. La urgencia parece haberle dado un aire mágico a la habitación. Casi puede sentir las oleadas de luz que el sol extenderá por las paredes en pocas horas, luchando por hacer entrar al nuevo día por las ventanas cerradas. Da vueltas inquieto en el colchón, deseando acelerar la noche. Con un resoplido, saca los brazos de la cama, jugueteando nervioso con sus manos, impaciente. Porque más atractiva que una mañana de domingo, es una mañana de domingo vacía, esperando pacientemente a ser llenada con incontables planes.
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martes, 11 de diciembre de 2007
Todos pierden / Nadie gana
En garde! Una finta a izquierdas, una finta a derechas. Las cabezas de los dos improvisados tocadores tuercen la mirada disimuladamente hacia puntos sin ningún interés, temerosos de entrechocar sus culpables ojos. De nuevo una estocada atrevida, fijando los ojos en sus rostros por unos segundos. Las miradas se entrecruzan, con similar propósito y parecida timidez. La tensión, sólo percibida por ellos dos, es palpable. Si sus ojos fuesen de acero, saltarían chispas. Él aparta su mirada primero, sin saber exactamente por qué, más un acto reflejo de pudor que una decisión consciente. Las fintas y defensas constantes podrían continuar eternamente, sin llegar jamás a tocar al contrario, pero las oportunidades son más efímeras que las finas estocadas de un florete...
... Con la mirada baja y la cabeza llena de "y sis" y oportunidades perdidas, ella baja del vagón de metro en su estación. |
¡Atento! Estocada por la izquierda, estocada por la derecha. Los cuerpos de los dos improvisados espadachines se erizan sutilmente mientras sus ojos permanecen quietos, clavados en el centro de gravedad exacto que puede hacer tambalearse al otro. Las miradas se chocan ya con abierto descaro, urgentes y decididas. La tensión se ha convertido en un juego que ha vuelto irrespirable el aire que les rodea. Tal vez sus ojos no son de acero, pero sus miradas arrancan un brillo metálico cada vez que se chocan en el aire. Ella da un paso primero y se queda pegada a sus mejillas en un arranque de deseo más que una decisión consciente. Las estocadas, sin lugar para la defensa ya, podrían seguir prolongándose, tocando al contrario con un golpe más certero cada vez, pero el duelo hace tiempo que quedó en tablas, no hay vencedores, todos son vencidos...
... con los ojos fijos en su cara y sin más miedos que el de perder la oportunidad, él tapa la salida del metro un instante antes de que ella pueda abandonar el vagón. |
lunes, 3 de diciembre de 2007
Culpa / Tranquilidad
Difícilmente podéis llegar a comprender el peso que cargo sobre mis hombros. No podríais empatizar con el abotargamiento que atenaza mi cabeza cada mañana cuando me despierto, cuando la semi-inconsciencia del sueño da paso a la comprensión de la magnitud de mi crimen. No entenderíais por qué jamás podré perdonarme a mí mismo, ni la razón por la cual ni siquiera me quedan lágrimas para lamentar el horrible daño que he causado. Sé que moriré sin haber perdonado lo que hice, que aunque en algún momento sea capaz de volver a ser feliz y superar mi pasado, nunca olvidaré la extensión de mi destrucción, la vergüenza profunda que siente aquel que es consciente de su culpabilidad. En las noches frías y solitarias de invierno, cuando las velas ardan en señal de luto por todos aquellos momentos a los que masacré inconscientemente, me asaltará la melancolía, y sumido en un abismo de arrepentimiento me repetiré a mí mismo hasta la saciedad que, años atrás, asesiné a un sueño.
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Difícilmente podéis entender la tranquilidad de mi sonrisa y mis labios relajados. No podríais imaginar el sosiego que invade mi mente esta mañana, cuando me despierto y os miro a los ojos, totalmente consciente de que juzgareis con dureza la magnitud de mi crimen. Me llamaréis loco por poder dormir cada noche, e ignoraréis mis razones para seguir riendo, para seguir amando, para seguir disfrutando. Sé que mi vida será larga y agradable, que he dejado atrás el pasado, y que el futuro se extiende bañado por un sol de innovación, de esperanza, de perdón. Cada amanecer de agosto, mirando desde la ventana de tu cuarto, la brisa borrará las culpas y recordaré esos momentos inconscientemente, me asaltará la alegría y, de nuevo complacida por aquellos días, me repetiré a mí mismo hasta la saciedad que, años atrás, realicé un sueño.
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viernes, 30 de noviembre de 2007
Detener / Avanzar
jueves, 29 de noviembre de 2007
Autopistas / Laberintos
Mi vida me parece una línea recta. Una línea recta donde las bifurcaciones y salidas están perfectamente señalizadas, como en una autopista recién hecha en la que cada paso está previsto y bien trazado sobre el mapa. Pero es una recta que recorro con los ojos tristes. ¿De qué sirve que el camino este marcado? ¿Para qué quiero señales si no he aprendido a seguirlas? Puede que haya un camino acertado y una línea de meta que cruzar si vas por él, pero ¿para qué? Quien vuela a mil por hora por su autopista trazada con escuadra y cartabón corre el riesgo de olvidarse de la meta, de perder su norte, de olvidarse del camino. ¿Por qué no buscar otra vía? ¿Una carretera secundaria que quite monotonía al viaje? ¿Las callejuelas de una ciudad desconocida donde convertir la recta en laberinto? Sé que algunos caminos son lisos y sin baches y, perezosa como soy, seguramente acabaré tomándolos. Pero me gustaría tener la alternativa de buscar una senda retorcida de vez en cuando, disfrutar de un camino enrevesado, elegir yo misma qué tramos desechar en mi autopista.
Quien sabe, tal vez somos nosotros los que hemos olvidado los recovecos del camino, olvidando los paisajes escondidos. Somos nosotros los que ponemos a cero el cuentakilómetros y pisamos a fondo el acelerador. Es parte de lo que significa ser humano. Nuestras decisiones encauzan la realidad, dejan de lado otras realidades, buenas, malas, indiferentes, fáciles, complejas… ¿Por qué no romper esas autopistas y perdernos en el viaje, y caminar, lento hacia la meta? |
Mi vida no es más que un laberinto. Un laberinto donde los caminos se retuercen a izquierda y derecha, giran sobre sí mismos llevándome a callejones sin salida, a calles cortadas y a desfiladeros imposibles. Pero es un laberinto que recorro con una sonrisa. ¿Qué importa si el camino está cortado? ¿Qué importa si realmente ninguno de ellos lleva a ninguna parte? Tal vez no hay ninguna salida, ni me espera ningún premio mágico en el centro del laberinto. ¿Y qué? Eso no es lo importante. Quien entra en un laberinto esperando solamente encontrar la salida que lo resuelve, no está disfrutando del laberinto en sí. Cada giro es siempre una sorpresa. ¿Acabará allí el camino? ¿Será otro muro más, inatravesable y definitivo? ¿Volverá a una zona ya transitada, en la que veré divertida las migas de pan que allí deje para marcar mi paso? Sé que algunos caminos son accidentados y, precavida como soy, intentaré no tomarlos. Pero siempre puedo desandar algunos de los caminos tomados, elegir otro giro en cada intersección y, en definitiva, elegir yo misma qué ruta sigo en mi laberinto.
Quién sabe, tal vez somos nosotros los que hemos convertido una senda recta entre dos setos en una multitud de caminos retorcidos. Somos nosotros los que creamos nuestros propios minotauros. Es parte de lo que significa ser humano. Nuestras decisiones bifurcan la realidad, crean nuevas realidades, buenas, malas, indiferentes, fáciles, complejas... Si nosotros somos quienes hemos creado el laberinto, ¿por qué no disfrutar de él? |
viernes, 23 de noviembre de 2007
Góngora / Quevedo
martes, 20 de noviembre de 2007
Eterno / Efímero
jueves, 8 de noviembre de 2007
Apatía / Pasión
martes, 6 de noviembre de 2007
Esperó / Llegaba Tarde
Esperó parada junto a los escaparates con la certeza de que no iba a llegar. Se resignó a frotarse las manos para olvidarse del frío, y a buscar una excusa para aguantar aún cinco minutos, por si acaso, aún sabiendo que no había nada que esperar. No era la primera vez. No sería la última. Pero a veces luchamos por romper una certeza, por que lo que sabemos con seguridad se convierta en sorpresa, por poder sonreír, aunque solo sea una vez, mientras reconoces: “Me equivoqué”. Pero los cinco minutos más se convierten en diez y los diez en veinte y los veinte en lágrima. En lágrima ante la incertidumbre de no saber que se hace cuando no toca esperar.
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Nervioso, mirando en su muñeca constantemente a las acusadoras agujas del reloj, se abría paso entre las multitudes que colapsaban el metro, apartando, casi con violencia, a la gente que entorpecía su marcha. Cualquier excusa sobraba. Llevaba más de veinte minutos de retraso en el día más importante de su vida. Casi podía sentir como el flamante anillo quemaba en el bolsillo de su cazadora. Había tenido que poner la ciudad patas arriba para encontrarlo, y no había sido capaz de encontrar el anillo perfecto hasta el último momento. Sabría compensar su torpeza. La amaba con locura. Subiendo las escaleras, la vió en la distancia...
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lunes, 29 de octubre de 2007
Sin Respuestas / Sin Preguntas
miércoles, 24 de octubre de 2007
Luz y Oscuridad... Temores
¿Por qué no teméis a la Luz? La Luz se cuela por las rendijas y expulsa la calma de la Oscuridad. ¿Por qué pensáis insensatamente que la capacidad de la Luz para iluminar ciertos rincones forma parte de la esencia de lo bueno? Tal vez os seguís engañando al pensar que los parajes iluminados conllevan algo positivo. Pero igualmente podrían tener una connotación negativa: lo que quedó ajeno al misterio, lo que no va a sorprenderos, lo que todos saben ya. Y, no seáis necios, lo que ya se conoce, tarde o temprano, aburre.
Sería más sensato no temer a la Oscuridad. La Oscuridad lo envuelve todo, no deja fisuras, obliga a actuar con prudencia y hace lentas las prisas y profundo el silencio. Los que criticáis el papel de la Oscuridad como casa del miedo ignoráis a propósito que igualmente puede salvaros, arropando vuestros sueños, permitiéndoos el descanso. No temáis a la oscuridad porque, aún siendo ciego, se puede ver mucho mejor alejado de las visiones ajenas, y discriminar más fácilmente lo que es importante de lo que no. |
¿Por qué teméis a la Oscuridad? La Oscuridad no es más que aquellos lugares a dónde la Luz no alcanza a llegar. ¿Por qué cargáis insensatamente la esencia de la maldad sobre la falta de capacidad de la Luz para iluminar ciertos rincones? Tal vez es porque consideráis que los parajes no iluminados conllevan algo negativo. Pero igualmente podrían tener una connotación positiva: lo desconocido, lo no explorado, las fronteras por descubrir. Neciamente, el hombre teme aquéllo que desconoce.
Sería más sensato temer a la Luz. La Luz os ciega, os confunde, os ofrece visiones falsas y distorsionadas, os hace perder el camino y caer en el pecado capital de la complacencia. Aquéllos que alabáis el papel de la Luz como salvadora ignoráis a propósito que igualmente puede condenaros, nublando vuestros sentidos y robándoos el raciocinio y la inteligencia. Temed a la Luz. Temedla, pues ciego no es sólo el que no ve, sino el que ve demasiado y no es capaz de discriminar lo que es importante de lo que no. |
miércoles, 17 de octubre de 2007
Mentiras / Verdad
lunes, 8 de octubre de 2007
Harto / Ganas
Harto de tu tristeza, de verte escapar por la puerta, aferrarte a su espalda y anclarte en su cuello. Harto de tus manos golpeando mi pecho, de la furia de tus ojos, de las uñas que clavas con odio en mi brazo. Harto de oir su nombre en tus sueños, del acre olor de su sudor en tu ropa. Harto de los gritos, las discusiones, de la lucha constante. Harto de no poder ya disfrutar de tu piel, de que tus besos me sepan a vacío. Harto de que todo lo absorbas, de que intentes abarcar mi vida, de que pidas más de lo que jamás podré darte. Harto de que tu presencia me cause escalofríos, de los nervios y la intranquilidad constantes. Harto de tus crueles insultos y de tu corazón helado que congela los latidos del mío. Harto de sólo recoger desasosiego en la vendimia, de perder el tiempo en falsas esperanzas. Harto, y yo ya he perdido la guerra. Harto de ti, de ti, de ti. Muy harto.
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Ganas de la risa, de escapar por la ventana y trepar por tu espalda y anclarme en tu cuello. Ganas de tus manos sujetando mis caderas, de tus ojos que me piden que me quede, de tus uñas que se clavan en mi espalda. Ganas de un susurro entre sueños, del sabor salado de tu sudor en mi boca. Ganas del silencio, de tu paz, de los hombros redondos, de tus brazos. Ganas de enredarme en tus lunares, de morderte las orejas, de aferrarme a tu saliva. Ganas de que lo envuelvas todo y lo abarques todo y lo llenes todo, y lo vacíes. Ganas de engancharme entre tus dedos, de un suspiro tranquilo, del sosiego al despertar. Ganas del olor de las palabras y del estruendo de los latidos de mi pecho cuando choca contra el tuyo. Ganas de arrasar la cosecha, de quemar las reservas, de consumir sin pausa todo el tiempo. Ganas, y yo pierdo esta batalla. Ganas de ti, de ti, de ti, de ti. Ganas y más ganas.
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lunes, 1 de octubre de 2007
Lágrimas / Risa
sábado, 29 de septiembre de 2007
Caes... y te levantas
Caes. En plancha, boca abajo, como cuando eras un crío. Con las manos por delante, no se sabe muy bien por qué, pero siempre pones las manos delante como si fueran mágicas, como si te pudieran salvar del golpe. Como si los brazos se fueran a estirar como un chicle, como aquel hombre-boomerg, y fueran a frenar la caída. Pero ni son mágicas ni se estiran, y caes. Y no te has rasgado los vaqueros que heredaste de tu hermano (porque hoy vistes un traje de Armani nuevecito), ni te sangran las rodillas, pero la herida que te has hecho duele más. Bastante más. Y no se cura con mercromina y tiritas. Caes. Es inevitable. Subiste demasiado rápido. Y ahora caes. Y esta vez mamá no está ahí para levantarte.
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... pero vuelves a levantarte. No sabes cómo, ni de dónde sacas las fuerzas. Los flácidos brazos que no pudieron salvarte de la caída se apoyan contra el suelo y poco a poco vuelven a levantarte. No has llegado hasta tan lejos como para dejar que una caída más sea la definitiva; una herida en el orgullo puede ser dolorosa, pero nunca mortal. Limpias con el dorso de tu mano la sangre en la comisura de tus labios, pero sonríes. Te pones en pie, aún sonriendo, y alisas con una mano el traje impecable. Sea lo que sea lo que venga a continuación, lo afrontarás con la mirada bien alta.
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lunes, 24 de septiembre de 2007
Desidia / Ilusión
jueves, 20 de septiembre de 2007
Lejos / Cerca
lunes, 10 de septiembre de 2007
Destrucción / Creación
Odio / Amor
Eres una pesadilla. Eres el cielo teñido por sangre de las cercenadas gargantas de mil almas cuyos gritos quedaron ahogados. Eres el peso de los años que cruelmente tornaste en gélidas torturas. Eres transparente, etéreo y vacuo como tus promesas. Eres un oasis reseco en una tórrida noche de agosto, una lágrima sin sentido derramada por una causa perdida, un tren que se aleja sin jamás volver a su destino. Eres el vacío silencioso que exhala tu corazón de azabache. Eres el fantasma que el mar olvidó en la marea, fugaz como un pensamiento, tan frío que jamás podré olvidar que una vez jugaste con mis sentimientos. Eres la artritis que quejumbrosamente ataca a mis huesos y las penas que ahogan mi sonrisa. Eres una palabra que ningunos labios deberían mencionar. Eres la desidia que inspira la desesperación, la decepción de la pérdida, los recuerdos que desearías desterrar de tu memoria, la sintonía discorde que rasga el alma. Eres la cacofonía en la orquesta de la existencia, un bache en los vaivenes de la vida, la insomne amargura que te mantiene en vela por las noches. Eres la taquicardia que amenaza el infarto tras arrastrarme durante horas por el atardecer de tu desierto. Eres el secreto que me han contado al oído para que nadie más deba aguantar la desazón sobre su espalda, una historia de terror al anochecer, un agujero negro que destruye mis deseos. Eres la mirada que atenaza, la voz que hace temblar y la piel cuyo toque sólo destruye. No eres nada, estás vacío. Eres tú. Espero que el resto de tu efímera y triste vida seas capaz de recordarlo
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Eres un sueño. Eres el cielo arañado de estrellas fugaces. Eres el peso en mi espalda de las mantas que me cubren las noches de invierno. Eres transparente y efímero, y te escurres como un pez, te escapas como el agua entre mis dedos. Eres un espejismo, un oasis de luna creciente una noche de agosto, una lágrima del sol que se oculta detrás de las rocas, un tren que se aleja con rumbo a un empezar de cero. Eres la interrogación que queda detrás de cada latido. Eres el reflejo de la espuma de las olas, tan fugaz como una brisa, tan suave que ahora dudo incluso que algún día hayas existido. Eres los pies que sostienen mi alma y las manos que hacen cosquillas a mi risa. Eres una palabra que se quedó a medio escribir y ahora me toca completar. Eres la ilusión de la espera, la emoción cuando se rompe el papel de un regalo, el recuerdo que plasmamos en la foto, la canción de aquellas horas de marzo. Eres un susurro entre un millón de decibelios, una caricia en los vaivenes de la vida, el beso de buenas noches para poder dormir a gusto. Eres un pulso acelerado después de correr durante horas por el amanecer de tu playa. Eres un secreto que me han contado al oído para que no lo deje ir nunca, un cuento a la hora de la siesta, un astro que concede los deseos. Eres la mirada que atraviesa, y la voz que penetra, y la piel que se clava. Eres todo, eres un mundo, eres lleno y eres nada. Eres tú. Eres sólo tú: eso es lo único que quiero que seas para el resto de los días.
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