miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Telón Desgastado /
La Sinfonía del Silencio

El telón desgastado parece más viejo aún con todas las luces de la sala encendidas, y las acogedoras mesitas metálicas nunca debieron estar pegadas al suelo, pero seguramente alguien ajeno al teatro pensó que sería mejor así. Todavía se oye en la calle el murmullo del público, los más rezagados se marcharon hace poco, dejando en la atmósfera un humo ligero y azul. Lo que más le gusta limpiar es el escenario, aunque no haya focos que lo alumbren y aunque no sepa tocar. En su función nunca hay aplausos, pero le gusta imaginar a un público fascinado por el espectáculo absurdo de barrer.

Los pasillos que llevan a los camerinos son un hervidero de desorden: un whisky sin hielo convertido en charco, partituras que ahora son un montón arrugado junto a una papelera, cenizas de vidas, fragmentos de ideas, ilusiones rotas en forma de fotografías. A veces siente pena de que a la mañana siguiente no vaya a quedar nada. Luego piensa que su trabajo es un continuo empezar de cero para quienes la rodean y le parece incomprensible que nadie se haya dado cuenta todavía. Entra en el camerino del artista con su idea brillante y rebusca papeles y tinta para dejársela por escrito, para que la aproveche y la utilice y la toque sobre el escenario con sus cuerdas invisibles y con sus notas de silencio.

Pero la era del papel ha terminado y solo hay teclados efímeros. Cierra la puerta y se resigna a otra noche sin aplausos.

Vir

El ajado telón carmesí se abre lentamente sobre el escenario. Decenas de mesas redondas, cientos de personas, algunas con la suerte de estar sentadas, otras agolpadas como pueden en escaleras, pasillos y rincones. Los focos iluminan el micrófono que se alza solitario en medio del polvoriento escenario. El intenso zumbido de colibrí de las voces del público muere progresivamente, y un silencio absoluto se posa grácilmente sobre el teatro.

Una figura abandona los camerinos y entra en el escenario. Gabardina gastada, zapatos viejos y ojos de lince. Tras un par de ovaciones y aplausos del público, aguarda a que muera el bullicio de nuevo y comienza a tocar en silencio su guitarra sin cuerdas. Cada acorde fantasmal sirve de marco para las invisibles palabras de la canción. Cantautor de versos rotos, trovador de estrofa partida, teje incorpóreas notas de silencio en el aire. La quietud alcanza un crescendo al llegar el solo, sus dedos moviéndose como mariposas revoloteantes sobre las cuerdas inexistentes. En un frenesí de ritmo de octavas sesgadas, finaliza su canción etérea en un largo suspiro mudo.

La multitud estalla en entusiasmados aplausos.

Sarg

5 comentarios:

Sarg Bjornson dijo...

We are back :)

Virginia Vadillo dijo...

Sip, hemos vuelto!
Mil perdones por la ausencia!! ;)

AdR dijo...

En vuestro teatro se respira ese aire infestado de pasos silenciosos y tacones de última hora. De miedos, de ausencias y de caminos rotos por la mitad de unas vidas que adolecen juntas.

Y en mitad de todo, el público espera.

Me alegra mucho que volváis :)
Besos y abrazos.

P.D.: Ay, no pidas perdón, Vir. Ha merecido la pena esperar, mucho :)

MOIRA dijo...

Como siempre un placer revolotear por este teatro...

Besos

Virginia Vadillo dijo...

Adr, Moira, gracias por vuestras palabras. A ver si poco a poco vamos recuperando el ritmo normal y actualizamos un poco más!
Besos para los dos!