viernes, 21 de diciembre de 2007

Carta de Odio / Carta de Amor

No diré que me sobras, para que no creas que sigues siendo parte de mi mente. No diré que te he olvidado, porque el olvido es una parte del recuerdo. No diré que no eres nada para mí, porque si así fuese, aún tendría algo que ofrecerte. No diré que eres lo peor que me ha pasado, porque sé que no has dejado una huella tan profunda en mi camino. No diré que me arrastraste a ser peor persona, porque a tu lado siempre hay un hueco más oscuro en el que caer. No diré que te odio, porque lo sabes de sobra.



Vir

No diré que te necesito, porque la necesidad es egoísta y avariciosa. No diré que te añoro, porque sé que decidirías estar a mi lado día y noche si pudieses. No diré que lo eres todo para mí, porque sabes que eres mucho más. No diré que sin tí no soy nada, porque si así fuese no tendría nada que ofrecerte. No diré que eres lo mejor que me ha pasado, porque sé que lo mejor contigo está siempre por llegar. No diré que me has ayudado a ser mejor persona, porque a tu lado no soy sino un mero aprendiz. No diré que te amo, porque lo sabes de sobra.



Sarg

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Pereza / Urgencia

Fuera hace frío, así que lo esconde todo de nuevo bajo ocho kilos de mantas, excepto la nariz. Lleva un rato despierto, pero el tedio del nuevo día se ha fijado a él como un peso muerto, como clavándole al colchón, como un imán que tirase de su cuerpo oxidado desde el suelo. Tanto por hacer, que las obligaciones se superponen, como más y más mantas, como si el mismo deber le obligara a sumirse en la pereza otra mañana. Pereza. La palabra se extiende en su mente, más densa y más agria que un pecado capital. Tal vez es la pereza la que ha viciado el aire de la habitación haciéndolo irrespirable. Tal vez es la pereza la que ha teñido las paredes de un color grisáceo en pugna constante con el sol que estalla contra las persianas bajadas y que lucha a muerte por entrar. Se gira sobre sí mismo como un bulto inerte y le hace otro hueco al colchón. Y con el último suspiro, esconde bajo los kilos de mantas cada vez más pesados también la nariz. Porque más pereza que una mañana de domingo, da una mañana de domingo en la que hay que trabajar.

Vir

Fuera hace frío, pero está deseando deshacerse de las espesas mantas que le cubren. Lleva horas sin poder conciliar el sueño, miles de planes sin cumplir bullendo como una olla a presión dentro de su cabeza. Tanto por hacer que las horas que forman la mañana, aún lejana, parecen ser insuficientes. Urgencia, es urgencia lo único que resuena en su cabeza. No puede dejar las cosas para más tarde. Si el reloj no acabase de dar cinco campanadas, se levantaría ahora mismo y empezaría su jornada. La urgencia parece haberle dado un aire mágico a la habitación. Casi puede sentir las oleadas de luz que el sol extenderá por las paredes en pocas horas, luchando por hacer entrar al nuevo día por las ventanas cerradas. Da vueltas inquieto en el colchón, deseando acelerar la noche. Con un resoplido, saca los brazos de la cama, jugueteando nervioso con sus manos, impaciente. Porque más atractiva que una mañana de domingo, es una mañana de domingo vacía, esperando pacientemente a ser llenada con incontables planes.

Sarg

martes, 11 de diciembre de 2007

Todos pierden / Nadie gana

En garde! Una finta a izquierdas, una finta a derechas. Las cabezas de los dos improvisados tocadores tuercen la mirada disimuladamente hacia puntos sin ningún interés, temerosos de entrechocar sus culpables ojos. De nuevo una estocada atrevida, fijando los ojos en sus rostros por unos segundos. Las miradas se entrecruzan, con similar propósito y parecida timidez. La tensión, sólo percibida por ellos dos, es palpable. Si sus ojos fuesen de acero, saltarían chispas. Él aparta su mirada primero, sin saber exactamente por qué, más un acto reflejo de pudor que una decisión consciente. Las fintas y defensas constantes podrían continuar eternamente, sin llegar jamás a tocar al contrario, pero las oportunidades son más efímeras que las finas estocadas de un florete...

... Con la mirada baja y la cabeza llena de "y sis" y oportunidades perdidas, ella baja del vagón de metro en su estación.


Sarg

¡Atento! Estocada por la izquierda, estocada por la derecha. Los cuerpos de los dos improvisados espadachines se erizan sutilmente mientras sus ojos permanecen quietos, clavados en el centro de gravedad exacto que puede hacer tambalearse al otro. Las miradas se chocan ya con abierto descaro, urgentes y decididas. La tensión se ha convertido en un juego que ha vuelto irrespirable el aire que les rodea. Tal vez sus ojos no son de acero, pero sus miradas arrancan un brillo metálico cada vez que se chocan en el aire. Ella da un paso primero y se queda pegada a sus mejillas en un arranque de deseo más que una decisión consciente. Las estocadas, sin lugar para la defensa ya, podrían seguir prolongándose, tocando al contrario con un golpe más certero cada vez, pero el duelo hace tiempo que quedó en tablas, no hay vencedores, todos son vencidos...

... con los ojos fijos en su cara y sin más miedos que el de perder la oportunidad, él tapa la salida del metro un instante antes de que ella pueda abandonar el vagón.


Vir

lunes, 3 de diciembre de 2007

Culpa / Tranquilidad

Difícilmente podéis llegar a comprender el peso que cargo sobre mis hombros. No podríais empatizar con el abotargamiento que atenaza mi cabeza cada mañana cuando me despierto, cuando la semi-inconsciencia del sueño da paso a la comprensión de la magnitud de mi crimen. No entenderíais por qué jamás podré perdonarme a mí mismo, ni la razón por la cual ni siquiera me quedan lágrimas para lamentar el horrible daño que he causado. Sé que moriré sin haber perdonado lo que hice, que aunque en algún momento sea capaz de volver a ser feliz y superar mi pasado, nunca olvidaré la extensión de mi destrucción, la vergüenza profunda que siente aquel que es consciente de su culpabilidad. En las noches frías y solitarias de invierno, cuando las velas ardan en señal de luto por todos aquellos momentos a los que masacré inconscientemente, me asaltará la melancolía, y sumido en un abismo de arrepentimiento me repetiré a mí mismo hasta la saciedad que, años atrás, asesiné a un sueño.

Sarg

Difícilmente podéis entender la tranquilidad de mi sonrisa y mis labios relajados. No podríais imaginar el sosiego que invade mi mente esta mañana, cuando me despierto y os miro a los ojos, totalmente consciente de que juzgareis con dureza la magnitud de mi crimen. Me llamaréis loco por poder dormir cada noche, e ignoraréis mis razones para seguir riendo, para seguir amando, para seguir disfrutando. Sé que mi vida será larga y agradable, que he dejado atrás el pasado, y que el futuro se extiende bañado por un sol de innovación, de esperanza, de perdón. Cada amanecer de agosto, mirando desde la ventana de tu cuarto, la brisa borrará las culpas y recordaré esos momentos inconscientemente, me asaltará la alegría y, de nuevo complacida por aquellos días, me repetiré a mí mismo hasta la saciedad que, años atrás, realicé un sueño.

Vir

viernes, 30 de noviembre de 2007

Detener / Avanzar

El tiempo corría tanto, que deseó romper las horas, multiplicar los días, tener otro minuto más para disfrutar del momento, para escaparse de todo y de todos, para huir de la locura del correr de cada instante.

Romper el reloj le pareció la mejor idea del mundo y, para no perder más tiempo, se lo arrancó de la muñeca y lo arrojó contra el suelo. La piel más blanca en esa zona brilló por un segundo, el último segundo. Y luego el reloj se paró y con él se pararon las horas.

Respiró en silencio. Miró su reloj parado, su tiempo inmóvil, su vida quieta. Y deseó que el reloj funcionara acelerado de nuevo.




Vir

El tiempo no existía para él. Una vida tranquila, sin sobresaltos, sin nada nuevo cada día. Deseaba dar vida a sus horas para que algo marcase el paso de cada instante, dando algún sentido a la rutina.

Crear un reloj le pareció la mejor idea del mundo. Lo construyó con infinito esmero, una obra de amor... y de desesperación. Poseía tal solidez que podría decirse que caracterizaba el tiempo, en lugar de medirlo. Terminado, las agujas se movieron, y las horas empezaron a desfilar.

Respiró agitado, mirando con angustia su reloj. Las horas aceleradas le atenazaban. Deseó no haber construido nunca el reloj.




Sarg

jueves, 29 de noviembre de 2007

Autopistas / Laberintos

Mi vida me parece una línea recta. Una línea recta donde las bifurcaciones y salidas están perfectamente señalizadas, como en una autopista recién hecha en la que cada paso está previsto y bien trazado sobre el mapa. Pero es una recta que recorro con los ojos tristes. ¿De qué sirve que el camino este marcado? ¿Para qué quiero señales si no he aprendido a seguirlas? Puede que haya un camino acertado y una línea de meta que cruzar si vas por él, pero ¿para qué? Quien vuela a mil por hora por su autopista trazada con escuadra y cartabón corre el riesgo de olvidarse de la meta, de perder su norte, de olvidarse del camino. ¿Por qué no buscar otra vía? ¿Una carretera secundaria que quite monotonía al viaje? ¿Las callejuelas de una ciudad desconocida donde convertir la recta en laberinto? Sé que algunos caminos son lisos y sin baches y, perezosa como soy, seguramente acabaré tomándolos. Pero me gustaría tener la alternativa de buscar una senda retorcida de vez en cuando, disfrutar de un camino enrevesado, elegir yo misma qué tramos desechar en mi autopista.

Quien sabe, tal vez somos nosotros los que hemos olvidado los recovecos del camino, olvidando los paisajes escondidos. Somos nosotros los que ponemos a cero el cuentakilómetros y pisamos a fondo el acelerador. Es parte de lo que significa ser humano. Nuestras decisiones encauzan la realidad, dejan de lado otras realidades, buenas, malas, indiferentes, fáciles, complejas…

¿Por qué no romper esas autopistas y perdernos en el viaje, y caminar, lento hacia la meta?


Vir

Mi vida no es más que un laberinto. Un laberinto donde los caminos se retuercen a izquierda y derecha, giran sobre sí mismos llevándome a callejones sin salida, a calles cortadas y a desfiladeros imposibles. Pero es un laberinto que recorro con una sonrisa. ¿Qué importa si el camino está cortado? ¿Qué importa si realmente ninguno de ellos lleva a ninguna parte? Tal vez no hay ninguna salida, ni me espera ningún premio mágico en el centro del laberinto. ¿Y qué? Eso no es lo importante. Quien entra en un laberinto esperando solamente encontrar la salida que lo resuelve, no está disfrutando del laberinto en sí. Cada giro es siempre una sorpresa. ¿Acabará allí el camino? ¿Será otro muro más, inatravesable y definitivo? ¿Volverá a una zona ya transitada, en la que veré divertida las migas de pan que allí deje para marcar mi paso? Sé que algunos caminos son accidentados y, precavida como soy, intentaré no tomarlos. Pero siempre puedo desandar algunos de los caminos tomados, elegir otro giro en cada intersección y, en definitiva, elegir yo misma qué ruta sigo en mi laberinto.

Quién sabe, tal vez somos nosotros los que hemos convertido una senda recta entre dos setos en una multitud de caminos retorcidos. Somos nosotros los que creamos nuestros propios minotauros. Es parte de lo que significa ser humano. Nuestras decisiones bifurcan la realidad, crean nuevas realidades, buenas, malas, indiferentes, fáciles, complejas...

Si nosotros somos quienes hemos creado el laberinto, ¿por qué no disfrutar de él?


Sarg

viernes, 23 de noviembre de 2007

Góngora / Quevedo

¡La desfachatez! ¡La osadía! El insolente mequetrefe, insípido borrachuzo sin talento... ¡Poeta entre paréntesis! Cómo se había atrevido... El poeta se levantó airado de su ajado escritorio, recoriendo su despacho en dos zancadas, haciendo un par de gestos airados y grandilocuentes. En un par de días la bazofia de ese incontinente gañán estaría en las bocas de todos, extendiéndose por las calles de Madrid como el fuego en la hojarasca seca. En todas las tabernas, en todos los mercados... ¿Cómo podía la gente alabar los vulgares versos de tal palurdo desvergonzado? Volvió a sentarse en su pesada e incómoda silla. Tomó su mejor pluma, mojándola lentamente en la tinta negra, mientras por su cabeza se revolvían las ideas. Tendría que pagar a Quevedo con la misma moneda, ensartar al insignificante simplón con la mejor espada que conoce: su pluma. Dejando reposar la creatividad en su mente, deja que las palabras fluyan desde su pluma al pergamino, y empieza a escribir: "Anacreonte español, no hay quien os tope que no diga con mucha cortesía..."



Sarg

¡Rimbombante y enrevesado! Ese prepotente descarado, aprendiz de plagiador de metáforas... ¡Poeta a medio hervir! Cómo pudo ser tan ridículo... El poeta se levantó con una risa irónica y negándose lo visto. Las líneas grandilocuentes de aquel culto de pega corrían ya de boca en boca, se rumoreaban en cada esquina de Madrid entre la burla que prende fuego a las hojas del otoño. En las tertulias de niños bien, y entre las damas de abanico... ¿Cómo podía alguien digerir los versos de tan retorcido erudito en pruebas? Volvió a sentarse en su silla tapizada de cojines. Tomó su vieja pluma, y la hundió entera en el tintero, mientras las ideas corrían imparables de un lado a otro de la estancia. Ya era hora de pagar a Góngora con la misma moneda, ser por una vez el que mira por encima con el desprecio de la pluma. Ni un minuto de reposo más, la creatividad le recorre hasta la última gota de la sangre que va convirtiéndose en tinta en su pergamino: "Yo te untaré mis obras con tocino/porque no me las muerdas, Gongorilla..."



Vir

martes, 20 de noviembre de 2007

Eterno / Efímero

Acariciaban dulcemente las ramas del sauce el espejo de la ribera del río, cuando las sempiternas luciérnagas nacaradas que ardían en tus ojos me susurraron indecibles secretos al oído. El murmullo apagado de las marrones hojas marchitas a nuestro alrededor, el tintineo musical del agua corriendo sin destino, los distantes sonidos del alboroto de la ciudad. Todo ello tan lejano y apartado. Y tus ojos, prometiéndome una eternidad de momentos perfectos como éste. Pero ni el sauce, ni el río, ni las luciérnagas me acompañan ya. El árbol que era nuestro, yace ahora tristemente sin dueño. Y la eternidad... la eternidad duró sólo un efímero instante.



Sarg

Luces de neón arañaban el humo del ambiente y la música se estrellaba en tus ojos, rompiendo cualquier posibilidad de oír tus palabras, tus gritos pegados a mi cara sudorosa. El ruido electrónico escapando de la cabina del DJ, y el cristal de una copa que se estrella contra el suelo, a nuestros pies, envolviéndolo todo otra vez, robándonos cualquier atisbo de calma. Y tus ojos escapando, sin atreverse a mirarme al decir que todo es efímero, que no hay momentos perfectos. Pero hoy no hay luces, ni ruido, ni una copa arrojada contra el suelo. Y lo efímero… lo efímero lo hemos convertido en algo eterno.



Vir

jueves, 8 de noviembre de 2007

Apatía / Pasión

Una mirada entrecortada. Las excusas llenando nuestras mentes como buscando un motivo que reste amargura al momento, que explique qué hacemos espalda con espalda y vestidos aún. Un susurro que murmura una promesa rota antes de llegar al lóbulo de tu oído. Los ojos esquivos como aves en plena migración, en pleno vuelo cada vez más lejos del corazón del otro. Unas manos sudorosas que se aferran a las sábanas, que estiran cada arruga de la cama para evitar la tentación de aferrarse a otra piel. Los labios secos, cansados de hablar sin decir nada, buscando algo más que la palabra final. Hace mucho que no sentimos erizada la piel del corazón. Y el sol se cuela por la ventana entreabierta anunciando otra mañana más de cuerpos que que han olvidado cómo encajar.



Vir

La respiración entrecortada. La perspiración empapando nuestros cuerpos como sazonándolos con un dulce néctar. La espalda arqueada al ser recorrida por multicolores espasmos de placer. Un susurro cómplice y juguetón al oído, promesas de placeres futuros, acompañado de suaves mordiscos en el lóbulo. Las ventanas de la nariz aleteando como aves asustadas, a un ritmo que, por un momento que dura eternamente, marcan dos corazones acompasados. Las manos avariciosas, recorriendo cada centímetro de la piel como si quisieran trazar un mapa geográfico de cada valle, cada contorno, cada colina. Los labios húmedos, entreabiertos, chocándose en ávidas fintas que buscan algo más que la estocada final. El vello erizado, como torres plantando cara al viento. Y la Luna, observando por la ventana entreabierta cómo dos cuerpos se funden en uno sólo.



Sarg

martes, 6 de noviembre de 2007

Esperó / Llegaba Tarde

Esperó parada junto a los escaparates con la certeza de que no iba a llegar. Se resignó a frotarse las manos para olvidarse del frío, y a buscar una excusa para aguantar aún cinco minutos, por si acaso, aún sabiendo que no había nada que esperar. No era la primera vez. No sería la última. Pero a veces luchamos por romper una certeza, por que lo que sabemos con seguridad se convierta en sorpresa, por poder sonreír, aunque solo sea una vez, mientras reconoces: “Me equivoqué”. Pero los cinco minutos más se convierten en diez y los diez en veinte y los veinte en lágrima. En lágrima ante la incertidumbre de no saber que se hace cuando no toca esperar.

Vir

Nervioso, mirando en su muñeca constantemente a las acusadoras agujas del reloj, se abría paso entre las multitudes que colapsaban el metro, apartando, casi con violencia, a la gente que entorpecía su marcha. Cualquier excusa sobraba. Llevaba más de veinte minutos de retraso en el día más importante de su vida. Casi podía sentir como el flamante anillo quemaba en el bolsillo de su cazadora. Había tenido que poner la ciudad patas arriba para encontrarlo, y no había sido capaz de encontrar el anillo perfecto hasta el último momento. Sabría compensar su torpeza. La amaba con locura. Subiendo las escaleras, la vió en la distancia...

Sarg

lunes, 29 de octubre de 2007

Sin Respuestas / Sin Preguntas

Me atasqué en la pregunta y olvidé todas las respuestas. Me enfangué en las interrogaciones de la inseguridad y cada duda me hizo borrar mis sentimientos. Un paso atrás, y una mueca triste, borrando eternamente las líneas de una pizarra blanca, la posible solución que intentaba resolver mil galimatías. Rompí el folio amarillo y caí en el insoportable insomnio de los papeles quebrados. Y la falta de sueño acentuó el hastío de mi indeterminación. Seguí siendo un alma errante, un marinero sin puerto, un creyente sin fé. No pude dejar de buscar la respuesta, y tu mirada sólo sembraba más dudas: preguntas, mis preguntas. Sin respuestas.



Sarg

Me quedé con la respuesta y he olvidado todas las preguntas. Borré las interrogaciones del miedo y los puntos suspensivos de las dudas. Un paso al frente, y una sonrisa, con la solución al problema apuntada en un folio amarillo, la fórmula que convierte la ecuación en un simple cuento para niños. Pasé la mano por la pizarra y borré el insomnio blanco de las noches de tiza. Y el sueño hizo desaparecer el cansancio de la incertidumbre. Dejé de ser un examinador inquieto, un periodista intrépido, un cotilla de patio de colegio. No hizo falta volver a preguntar, tu mirada lo dio todo: una respuesta, la respuesta, tu respuesta. Sin preguntas.



Vir

miércoles, 24 de octubre de 2007

Luz y Oscuridad... Temores

¿Por qué no teméis a la Luz? La Luz se cuela por las rendijas y expulsa la calma de la Oscuridad. ¿Por qué pensáis insensatamente que la capacidad de la Luz para iluminar ciertos rincones forma parte de la esencia de lo bueno? Tal vez os seguís engañando al pensar que los parajes iluminados conllevan algo positivo. Pero igualmente podrían tener una connotación negativa: lo que quedó ajeno al misterio, lo que no va a sorprenderos, lo que todos saben ya. Y, no seáis necios, lo que ya se conoce, tarde o temprano, aburre.

Sería más sensato no temer a la Oscuridad. La Oscuridad lo envuelve todo, no deja fisuras, obliga a actuar con prudencia y hace lentas las prisas y profundo el silencio. Los que criticáis el papel de la Oscuridad como casa del miedo ignoráis a propósito que igualmente puede salvaros, arropando vuestros sueños, permitiéndoos el descanso.

No temáis a la oscuridad porque, aún siendo ciego, se puede ver mucho mejor alejado de las visiones ajenas, y discriminar más fácilmente lo que es importante de lo que no.

Vir

¿Por qué teméis a la Oscuridad? La Oscuridad no es más que aquellos lugares a dónde la Luz no alcanza a llegar. ¿Por qué cargáis insensatamente la esencia de la maldad sobre la falta de capacidad de la Luz para iluminar ciertos rincones? Tal vez es porque consideráis que los parajes no iluminados conllevan algo negativo. Pero igualmente podrían tener una connotación positiva: lo desconocido, lo no explorado, las fronteras por descubrir. Neciamente, el hombre teme aquéllo que desconoce.

Sería más sensato temer a la Luz. La Luz os ciega, os confunde, os ofrece visiones falsas y distorsionadas, os hace perder el camino y caer en el pecado capital de la complacencia. Aquéllos que alabáis el papel de la Luz como salvadora ignoráis a propósito que igualmente puede condenaros, nublando vuestros sentidos y robándoos el raciocinio y la inteligencia.

Temed a la Luz. Temedla, pues ciego no es sólo el que no ve, sino el que ve demasiado y no es capaz de discriminar lo que es importante de lo que no.


Sarg

miércoles, 17 de octubre de 2007

Mentiras / Verdad

Ha pasado el tiempo y sabes que tarde o temprano tendrás que decirle la verdad, pero otra vez oyes su risa detrás de la puerta, otra vez sientes lástima, sobre todo sientes miedo. Y bajas la vista, y decides esperar un día más. Te colocas la sonrisa de cartón y te maquillas con colorete espeso para que no se vean las imperfecciones, los agujeros negros que ha dejado tu mentira. Y sales a la calle atando cabos, buscando fallos y temblando. Porque sabes que en algún momento tu explicación sonará a excusa, tus palabras se quedarán mudas y el argumento no tendrá un final real. Y mientes. Mientes otra vez, asustado por lo fácil que ha sido, porque no ha sospechado ni un segundo, porque se fía de ti. Y te preguntas cómo es posible que seas el único que al que la risa le sabe hueca, que nadie haya visto escapar tu mirada, que hayas conseguido de nuevo torcer una esquina y esquivar el presente, y pisar el pasado y saltarte el futuro. Mírame a la cara y reconoce que no sabes si es peor estar atrapado en tu mentira o llorar cada noche por haber olvidado la verdad.



Vir

Ha pasado el tiempo, y la razón te dice que antes o después tendrás que usar con él una mentira. Pero una vez más recuerdas su risa, vuelves a sentir el cariño, y ante todo la seguridad que siempre te transmite. Levantas los ojos y sonríes. Esbozas tu más radiante sonrisa, adornada con los colores que tan sólo la honestidad puede imprimir sobre ella. Sales a la calle con todos los cabos firmemente atados, estable y confiada en tu convicción. Sabes que tus motivos, la fuerza detrás de tus actos, no es otra que la verdad, que no necesitas excusas, que toda palabra no es más que la conclusión lógica de la sinceridad. No necesitas mentir. No puedes mentir. Sería tan difícil... Aunque nunca sospecharía, con su confianza plena en tí, la absoluta verdad es lo único que para tí tiene sentido. Te preguntas cómo es posible que otros puedan trazar huecas sonrisas, miradas esquivas, palabras ambiguas, viviendo siempre en un cuento distorsionado. Miras en tu interior y te preguntas por qué la gente acaba atrapada en una red de mentiras, y si llorarán cada noche por haber olvidado la verdad.



Sarg

lunes, 8 de octubre de 2007

Harto / Ganas

Harto de tu tristeza, de verte escapar por la puerta, aferrarte a su espalda y anclarte en su cuello. Harto de tus manos golpeando mi pecho, de la furia de tus ojos, de las uñas que clavas con odio en mi brazo. Harto de oir su nombre en tus sueños, del acre olor de su sudor en tu ropa. Harto de los gritos, las discusiones, de la lucha constante. Harto de no poder ya disfrutar de tu piel, de que tus besos me sepan a vacío. Harto de que todo lo absorbas, de que intentes abarcar mi vida, de que pidas más de lo que jamás podré darte. Harto de que tu presencia me cause escalofríos, de los nervios y la intranquilidad constantes. Harto de tus crueles insultos y de tu corazón helado que congela los latidos del mío. Harto de sólo recoger desasosiego en la vendimia, de perder el tiempo en falsas esperanzas. Harto, y yo ya he perdido la guerra. Harto de ti, de ti, de ti. Muy harto.

Sarg

Ganas de la risa, de escapar por la ventana y trepar por tu espalda y anclarme en tu cuello. Ganas de tus manos sujetando mis caderas, de tus ojos que me piden que me quede, de tus uñas que se clavan en mi espalda. Ganas de un susurro entre sueños, del sabor salado de tu sudor en mi boca. Ganas del silencio, de tu paz, de los hombros redondos, de tus brazos. Ganas de enredarme en tus lunares, de morderte las orejas, de aferrarme a tu saliva. Ganas de que lo envuelvas todo y lo abarques todo y lo llenes todo, y lo vacíes. Ganas de engancharme entre tus dedos, de un suspiro tranquilo, del sosiego al despertar. Ganas del olor de las palabras y del estruendo de los latidos de mi pecho cuando choca contra el tuyo. Ganas de arrasar la cosecha, de quemar las reservas, de consumir sin pausa todo el tiempo. Ganas, y yo pierdo esta batalla. Ganas de ti, de ti, de ti, de ti. Ganas y más ganas.

Vir

lunes, 1 de octubre de 2007

Lágrimas / Risa

Caen como una cascada de mis ojos. Interminables, una tras otra, van recorriendo como en un triste peregrinaje mis mejillas, marcando un surco de humedad salina en mi piel. Esquivan en una sórdida carrera cada poro, cada pelo, cada imperfección en la epidermis. Algunas se pierden en mi boca fruncida por el dolor, escalando mi labio superior para hacerme entrega de su salado y terriblemente amargo sabor. Otras resbalan lentamente hasta mi barbilla, donde se acumulan con pereza hasta que alcanzan suficiente volumen como para caer. Y caen, caen durante un tiempo que parece a la vez fugaz e infinito. Caen sobre la arena, creando pequeños cráteres sobre ésta. Algunas caen sobre los cráteres que ya se habían formado, salpicando arena húmeda entre mis pies. Otras acaban cayendo sobre mis rodillas, mojando mis pantalones nuevos. Pero todas, sin excepción alguna, caen con amargura.



Sarg

Sale como una cascada de mi boca. Interminable, como una cadena que recorre mis mejillas y que marca surcos abiertos en la tierra que hay alrededor. Esquiva los problemas anclados en cada poro, en cada pelo, en cada imperfección del alma. A veces se pierde en el silencio de un recuerdo en el que no cabe el dolor y sabe a caramelo de fresa, como aquellos días. Otras veces se escapa sin permiso entre mis labios, se acumula entre los dientes hasta que estalla y se deja oír. Y se oye, se oye como un estruendo que es a la vez silencio, como el paso de una estrella o como quien cuenta hasta infinito. Cae como la lluvia en tierra seca, haciendo cráteres, salpicando los pies de los que pasan por allí. Empapándolo todo. Y siempre, sin excepción, manchándolo de alegría.



Vir

sábado, 29 de septiembre de 2007

Caes... y te levantas

Caes. En plancha, boca abajo, como cuando eras un crío. Con las manos por delante, no se sabe muy bien por qué, pero siempre pones las manos delante como si fueran mágicas, como si te pudieran salvar del golpe. Como si los brazos se fueran a estirar como un chicle, como aquel hombre-boomerg, y fueran a frenar la caída. Pero ni son mágicas ni se estiran, y caes. Y no te has rasgado los vaqueros que heredaste de tu hermano (porque hoy vistes un traje de Armani nuevecito), ni te sangran las rodillas, pero la herida que te has hecho duele más. Bastante más. Y no se cura con mercromina y tiritas. Caes. Es inevitable. Subiste demasiado rápido. Y ahora caes. Y esta vez mamá no está ahí para levantarte.

Vir

... pero vuelves a levantarte. No sabes cómo, ni de dónde sacas las fuerzas. Los flácidos brazos que no pudieron salvarte de la caída se apoyan contra el suelo y poco a poco vuelven a levantarte. No has llegado hasta tan lejos como para dejar que una caída más sea la definitiva; una herida en el orgullo puede ser dolorosa, pero nunca mortal. Limpias con el dorso de tu mano la sangre en la comisura de tus labios, pero sonríes. Te pones en pie, aún sonriendo, y alisas con una mano el traje impecable. Sea lo que sea lo que venga a continuación, lo afrontarás con la mirada bien alta.

Sarg

lunes, 24 de septiembre de 2007

Desidia / Ilusión

El despertador desgarra con un timbrazo la quietud de la noche. El sol es aún un triste recuerdo del día anterior. Tumbado en la cama, escuchando únicamente sus propios pensamientos, observa en su mente la insoportable rutina que le espera en este nuevo día. Otro infierno sin sentido en el que poco a poco los segundos van cayendo del reloj a un abismo de la nada más absoluta. Y, ¿para qué? ¿Qué diferencia hay entre una hora y la siguiente? ¿Qué hay que haga que merezca la pena el paso de los eternos minutos? Nada espera tras el horizonte de los segundos. Sensaciones apagadas, sentimientos atenuados por la falta de algo nuevo, de algo que dé algún sentido a la espera. No quiere abandonar la cama. Durmiendo al menos no es consciente de lo que le rodea, de lo gris de su vida. Sus sueños, sus planes de futuro, hace años que perdieron el alma. No son ahora más que cáscaras vacías, cuyos fragmentos se clavan y aumentan el dolor de su desesperación. Lo único que le hace avanzar cada día es la inercia. Ahogando las lágrimas, hace uso de esa inercia para sacar un pie de la cama y levantarse, camino hacia otro día vacío y sin sentido. Camino hacia la desidia que ahoga su vida.



Sarg

El despertador desgarra con un timbrazo una noche agitada por imágenes de sueños. El sol no es más que un adelanto del día que vendrá, seguramente cálido y brillante, sin nubes de tormenta al fin. Salta de la cama escuchando sus pensamientos acelerados, una maraña de ideas que cruza su mente y ese temblor de saber que no habrá reglas ni rutinas en este nuevo día. Más cerca que anoche de un paraíso en el que poco a poco los segundos van cobrando sentido, caen del reloj y se precipitan hacia una meta más y más importante cada vez. Todavía se pregunta cómo es posible. ¿Cómo puede cambiar tanto una hora y la siguiente? ¿Qué hace que los próximos minutos merezcan tanto la pena? Cada latido y cada golpe demuestran los nervios de la espera tras el horizonte de los segundos. Sensaciones a flor de piel, sentimientos cada vez más vivos ante el cosquilleo de lo desconocido, ante todo eso que le llena y que ha dado sentido a su espera. Por una vez, no le ha costado un segundo abandonar la cama. Durmiendo no habría sido consciente de lo que le rodea, del futuro que se abre ante sus ojos. Sus sueños y sus planes por fin cobran forma ante el espejo, entre las gotas de agua que salpican mientras se lava, acelerado, la cara. Cada día ha avanzado para llegar hasta hoy, para llegar hasta hoy ha roto mil veces la inercia. Un nudo en la garganta que es casi una lágrima en la emoción de aguardar durante siglos, y comienza el camino. El camino hacia hoy, hacia el día en que todo cobra sentido. El camino hacia la ilusión que empuja su vida.



Vir

jueves, 20 de septiembre de 2007

Lejos / Cerca

Sus sudores se fundieron en un abrazo casi desesperado y que se quedaron así, sus pechos juntos durante un segundo más. Pero sus ojos permanecían abiertos en la semioscuridad del atardecer. Ella ya no disfrutaba del olor de su cuerpo y de la fuerza de sus brazos, y él estaba cansado de sujetar sus hombros menudos con fuerza para que no se escapase. Tal vez ocurría que pensaba dejarla escapar aquella noche irremediablemente. O tal vez lo que pasaba es que ella se había vuelto un poco más huidiza cada minuto, hasta no poder alejarse más. Por sus mentes aparecieron de nuevo las excusas, otros planes, otra gente, otra vida, otras voces, el vacío de una habitación. La mirada indiferente al vestirse, la sonrisa fingida al decir hasta mañana (hasta un mañana que está por ver si llegará). Los dos sintieron aquel escalofrío al unísono, el temblor al notar que no había abrazo, ni había noche, ni había sudor. Que no estaba ella, que no estaba él, que ya no había un ellos que buscar. Allí, cuerpo con cuerpo, se sintieron lejos. Se supieron lejos. Más lejos que nunca.



Vir

Sus respiraciones se entremezclaron en un último abrazo, que prolongaron tiernamente durante unos segundos. Sus párpados temblaban entornados en la semioscuridad del amanecer. Ella se sumergió en el aroma de su cuerpo, y él abrazó con seguridad y fuerza su frágil complexión. Tal vez era la certeza de que jamás la dejaría escapar. O tal vez lo que ocurría es que cada minuto la notaba más cercana, hasta que las distancias ya no importaban más. En sus mentes se disolvieron vacuas las excusas, otros planes, otra gente, otra vida, otras voces, una habitación llena de sentimientos. La mirada cálida al vestirse, la sonrisa sincera al decir hasta mañana (hasta un mañana incierto pero deseado). Los dos sintieron aquel escalofrío al unísono, el temblor al saber que el abrazo los unía en un instante eterno, con la madrugada congelando sus cuerpos en el recuerdo. Que él estaba allí, ella estaba a su lado, y el conocimiento de que su mutua compañía lo era todo. Allí, cuerpo con cuerpo, se sintieron cerca. Se supieron cerca. Más cerca que nunca.



Sarg

lunes, 10 de septiembre de 2007

Destrucción / Creación

Mi pluma se desliza frenética sobre las líneas del cuaderno. El sudor resbala por mi sien, pero no, el cansancio no va a hacer que se cierren mis ojos. Ruido que me envuelve y yo, ajeno a él y ajeno al mundo, aprieto la tinta contra las hojas arrugadas y por mis venas la pasión del trabajo bien hecho me hace seguir y seguir.

El argumento, los personajes, los escenarios, todo parece encajar como las piezas de un puzzle a punto de completarse, en un orden impecable en mi cabeza. Vivos, de carne, más que marionetas en mis manos parecen pequeños pedazos de mi alma. Pero entonces ocurre de nuevo. Sus sonrisas de papel se vuelven carcajadas, me miran de reojo, se burlan de mi esfuerzo, de las líneas escritas, de la pluma de tinta reseca, de otra noche más en vela. Los renglones comienzan a arder ante mí.

Mis ojos cansados miran con estupor el espectáculo y se abandonan a la desidia al tiempo que ven a la musa de la creatividad alejarse despacio, como en un vuelo suave. Minutos antes el escenario se llenaba de vida y, de repente, el caos, el grito, el dolor desesperado de quien rompe con todo. Mis manos, hitéricas, cogen las hojas temblando. ¿Y si...? ¿Por qué no encaja en el resto de la historia? No pude ser... ¿Acaso no me di cuenta de que...? ¡No! ¡No tiene sentido! ¡Nada cuadra, nada se entiende! ¡Nada cuaja y te agarra por dentro! ¡Nada vibra ni conmueve! ¡Basta!

Es un grito sin fuerza, un golpe seco: la pluma estalla contra el suelo dejando un borrón de tinta, o de sangre, o de ambas sobre el papel. Los personajes han muerto, los he matado, ya no llegarán a ningún final. Mis dedos tiemblan sobre sus pedazos aún calientes y destruyen la poca vida que tenían, su destino truncado no es otro que el de un final arrancado de cuajo de las líneas de su guión.

Lloro lágrimas calientes sobre los pedazos del papel para ver entre una nebulosa mi obra destruida.


Vir

Dejo caer la pluma derrotado. Llevo las manos a mi sien, el cansancio reflejado en mis enrojecidos ojos. Puedo sentir el vacío a mi alreadedor. El caos, la ausencia del orden, la invisible mano de la entropía que se han conjurado para drenarme de toda inspiración, convirtiéndome meramente en una máquinaria biológica sin pasión ni genio.

El argumento, los personajes, los escenarios, todos desfilan deprimentemente por el teatro que se desarrolla en el interior de mi cabeza. ¡Vacíos! ¡Insulsos! Sin sentido y sin alma. Creaciones insípidas de una mente insípida... Agarro con furia el manuscrito y lo arrojo a una papelera junto a innumerables otras páginas repletas de nada.

Mientras masajeo con pesar mis cansados ojos y me abandono a la desidia, la misteriosa musa de la creatividad vuelve a agraciarme con su influencia. Donde antes había caos, empiezo a ver facetas de orden. Invisibles patrones que marcan leyes desconocidas. Misteriosos planos de una construcción etérea. ¿Y si...? ¿Encajaría con el resto de la historia? Podría ser... ¿Tal vez si escribiera sobre...? ¡Eso es! ¡Eso podría funcionar! ¡Es el desenlace perfecto, el final adecuado para tal epopeya!

Con renovadas fuerzas, la pluma parece echar humo sobre el papel. Los personajes cobran de nuevo vida en mi cabeza. Hablan, respiran, se mueven e interaccionan unos con otros para dar lugar a un final sublime. Mis dedos tejen las líneas de su destino, creando una historia donde antes sólo existía vacío, trazando una red de continuidad narrativa que envuelve y completa a toda la obra.

Con satisfacción, vuelvo a dejar caer la pluma. Mi obra está terminada.


Sarg

Odio / Amor

Eres una pesadilla. Eres el cielo teñido por sangre de las cercenadas gargantas de mil almas cuyos gritos quedaron ahogados. Eres el peso de los años que cruelmente tornaste en gélidas torturas. Eres transparente, etéreo y vacuo como tus promesas. Eres un oasis reseco en una tórrida noche de agosto, una lágrima sin sentido derramada por una causa perdida, un tren que se aleja sin jamás volver a su destino. Eres el vacío silencioso que exhala tu corazón de azabache. Eres el fantasma que el mar olvidó en la marea, fugaz como un pensamiento, tan frío que jamás podré olvidar que una vez jugaste con mis sentimientos. Eres la artritis que quejumbrosamente ataca a mis huesos y las penas que ahogan mi sonrisa. Eres una palabra que ningunos labios deberían mencionar. Eres la desidia que inspira la desesperación, la decepción de la pérdida, los recuerdos que desearías desterrar de tu memoria, la sintonía discorde que rasga el alma. Eres la cacofonía en la orquesta de la existencia, un bache en los vaivenes de la vida, la insomne amargura que te mantiene en vela por las noches. Eres la taquicardia que amenaza el infarto tras arrastrarme durante horas por el atardecer de tu desierto. Eres el secreto que me han contado al oído para que nadie más deba aguantar la desazón sobre su espalda, una historia de terror al anochecer, un agujero negro que destruye mis deseos. Eres la mirada que atenaza, la voz que hace temblar y la piel cuyo toque sólo destruye. No eres nada, estás vacío. Eres tú. Espero que el resto de tu efímera y triste vida seas capaz de recordarlo

Sarg

Eres un sueño. Eres el cielo arañado de estrellas fugaces. Eres el peso en mi espalda de las mantas que me cubren las noches de invierno. Eres transparente y efímero, y te escurres como un pez, te escapas como el agua entre mis dedos. Eres un espejismo, un oasis de luna creciente una noche de agosto, una lágrima del sol que se oculta detrás de las rocas, un tren que se aleja con rumbo a un empezar de cero. Eres la interrogación que queda detrás de cada latido. Eres el reflejo de la espuma de las olas, tan fugaz como una brisa, tan suave que ahora dudo incluso que algún día hayas existido. Eres los pies que sostienen mi alma y las manos que hacen cosquillas a mi risa. Eres una palabra que se quedó a medio escribir y ahora me toca completar. Eres la ilusión de la espera, la emoción cuando se rompe el papel de un regalo, el recuerdo que plasmamos en la foto, la canción de aquellas horas de marzo. Eres un susurro entre un millón de decibelios, una caricia en los vaivenes de la vida, el beso de buenas noches para poder dormir a gusto. Eres un pulso acelerado después de correr durante horas por el amanecer de tu playa. Eres un secreto que me han contado al oído para que no lo deje ir nunca, un cuento a la hora de la siesta, un astro que concede los deseos. Eres la mirada que atraviesa, y la voz que penetra, y la piel que se clava. Eres todo, eres un mundo, eres lleno y eres nada. Eres tú. Eres sólo tú: eso es lo único que quiero que seas para el resto de los días.

Vir