miércoles, 19 de diciembre de 2007

Pereza / Urgencia

Fuera hace frío, así que lo esconde todo de nuevo bajo ocho kilos de mantas, excepto la nariz. Lleva un rato despierto, pero el tedio del nuevo día se ha fijado a él como un peso muerto, como clavándole al colchón, como un imán que tirase de su cuerpo oxidado desde el suelo. Tanto por hacer, que las obligaciones se superponen, como más y más mantas, como si el mismo deber le obligara a sumirse en la pereza otra mañana. Pereza. La palabra se extiende en su mente, más densa y más agria que un pecado capital. Tal vez es la pereza la que ha viciado el aire de la habitación haciéndolo irrespirable. Tal vez es la pereza la que ha teñido las paredes de un color grisáceo en pugna constante con el sol que estalla contra las persianas bajadas y que lucha a muerte por entrar. Se gira sobre sí mismo como un bulto inerte y le hace otro hueco al colchón. Y con el último suspiro, esconde bajo los kilos de mantas cada vez más pesados también la nariz. Porque más pereza que una mañana de domingo, da una mañana de domingo en la que hay que trabajar.

Vir

Fuera hace frío, pero está deseando deshacerse de las espesas mantas que le cubren. Lleva horas sin poder conciliar el sueño, miles de planes sin cumplir bullendo como una olla a presión dentro de su cabeza. Tanto por hacer que las horas que forman la mañana, aún lejana, parecen ser insuficientes. Urgencia, es urgencia lo único que resuena en su cabeza. No puede dejar las cosas para más tarde. Si el reloj no acabase de dar cinco campanadas, se levantaría ahora mismo y empezaría su jornada. La urgencia parece haberle dado un aire mágico a la habitación. Casi puede sentir las oleadas de luz que el sol extenderá por las paredes en pocas horas, luchando por hacer entrar al nuevo día por las ventanas cerradas. Da vueltas inquieto en el colchón, deseando acelerar la noche. Con un resoplido, saca los brazos de la cama, jugueteando nervioso con sus manos, impaciente. Porque más atractiva que una mañana de domingo, es una mañana de domingo vacía, esperando pacientemente a ser llenada con incontables planes.

Sarg

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