jueves, 3 de enero de 2008

Nochevieja / Año Nuevo

La primera de las doce campanadas: hasta las musas están de resaca, empachadas de turrón del duro y de mazapanes envasados al vacío. La lista de lo bueno cabe en uno de los posavasos que solo se utilizan esta noche, aprovechando la última oportunidad que le queda al año. La de lo malo, necesitaría otro mantel de estraza más, sin manchas de vino, langostinos ni consomé. La de los propósitos hace tiempo que dejamos de escribirla: mañana, después del chocolate con churros, después del rimel corrido y del cabello encrespado, las buenas intenciones se disipan como el humo del tabaco (sí, el tabaco que dejamos cuando dejó de estar prohibido fumar). Primera uva, primer deseo. Si hubiéramos aprendido algo este año, el primer deseo sería que la Noche Vieja hubiera terminado ya.



Vir

La última de las doce campanadas: a mi alrededor, en la Plaza, la multitud estalla en vítores y celebración. Un nuevo año acaba de empezar, ¿o tal vez el pasado lleva doce meses acabándose? La lista de las cosas positivas de este último año no es muy grande. Podría escribirla en una de las uvas que acabo de comer. La de las cosas negativas tendría más puntos que gente llena ahora mismo la Plaza. Pero la última campanada ha barrido con un festivo tañido ambas listas. Mañana, tras la fiesta, el flirteo, el abrazo del alcohol y la música, después del chocolate con churros, dejaré atrás los errores del pasado año. Última uva, un último deseo: un mejor año que el que se va. Si algo he aprendido de este año, es que los malos momentos pasan siempre, y los comienzos siempre auguran algo fresco y excitante.



Sarg

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